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Sube a la nave. Irremediablemente ausente.

Relatos

Todo lo que tenía

          El silencio era insoportable, no podía dormir. Estaba acostumbrada a los ruidos perpetuos de la calle, a la respiración de sus hermanos y hermanas, al olor indescriptible de la India. Allí, en aquella habitación que ahora era suya, en esa nueva casa con esas dos personas que decían ser sus padres, no podía dormir. Pero era lo único que tenía. El tsunami se lo había llevado todo: la casa, sus cosas, su familia... Entre la serie de turistas y voluntarios que rondaban por aquella zona de la India ese 26 de diciembre, uno de ellos consiguió rescatarla del agua, mientras flotaba ayudándose de unos maderos. Se llamaba Carlos. Le salvó la vida, y cuando la cogió del agua, la miró a los ojos, dijo unas palabras que no entendió, y la abrazó muy fuerte. Desde entonces no se había separado de ella, y Sita volvió con él a España, donde le esperaba su mujer embarazada de 6 meses. Ahora tenía una nueva familia, en un nuevo lugar. Y era todo lo que tenía.

Montaña rusa

        No se puede decir que fuera muy mayor, aunque unas diminutas arrugas se vislumbraban en sus ojos escépticos y la comisura de sus labios. Tendría casi treinta. Su vida había sido una montaña rusa en toda regla, pero no se arrepentía de nada (o de casi nada). Y ahí delante tenía al triple lupin de su montaña rusa. Trece años, morena, ojos verdes (como los suyos), y ahora mismo una sonrisa apagada en sus expresivos labios. Le habían detectado leucemia y necesitaba un donante. Su madre le había llamado para que se hiciera las pruebas. Sí, esa chica de diecisiete años a la que abandonó cuando se enteró de que estaba embarazada, saliendo escopetado hacia Canadá. Qué cabrón. Él no había vuelto a ver a ninguna de las dos, ya que no había pisado España desde entonces, pero su madre, la abuela de la niña, sí había estado ahí, y renegaba del cobarde de su hijo. Pero ahora le necesitaban, podría ser un donante compatible. Ella dejó de hablar con su madre y giro la cabeza en un gesto cansado. Entonces miró hacía el cristal y le vió. Le observó. Y sonrió. Una sensación de vértigo le subió por la espalda. Sin duda, era su triple lupin.

Su memoria

        “Mi memoria es agua, mi memoria es río, profundo y frío, frío” Dice una canción de Luz Casal... “Mi memoria es clara, si estas conmigo”... Ella ya no estaba. Paseaba sin rumbo por la calle que daba a su antiguo colegio, y se preguntaba que había hecho mal. Tal vez quererla demasiado. Se quitó las gafas y las limpió con cuidado, no soportaba las lentillas, y además sus ojos eran demasiado pequeños, como queriendo esconder un brillo casi apagado. Dos meses de felicidad y ahora todo un camino por delante sin definir para olvidarla. Ella parece no estar mal, sonríe como siempre. Tal vez esté interpretando de nuevo su papel, siempre lo ha hecho muy bien, toda una vida actuando da para mucho. ¿Ha actuado conmigo? No lo sé, pero espero que no. Creo que la escribiré una carta de despedida. A lo mejor la hace reflexionar y se lo piensa otra vez. No creo. Pero de todas maneras la escribiré, y ya veré si se la mando. Sí, ya veré...PD: la escribió y la mandó.

Pesadilla

        Se puede decir que eran aproximadamente las once de la mañana. Me desperté sobresaltada de mi sueño y volví a la realidad. O eso creía. No reconocí el lugar donde estaba. La habitación era fría y la cama tenía una altura normal, no de un metro como la mía. El pijama que llevaba puesto no era el mío. Las pulseras de mi mano derecha no eran mías. Miré a la mesilla y vi que el reloj no era el que me había regalado mi madre por mi 20 cumpleaños, era otro. Miré mis dedos y eran más pequeños, no eran dedos de taquígrafa o de pianista, largos y ágiles, eran más pequeños y rechonchos, ¡y tenía las uñas largas y pintadas de rosa! Me asusté, me asusté mucho. Seguí explotando mi nuevo yo, y todos los cambios que había sufrido. Debía de medir unos 10 o 12 cm menos y pesar algo así como 60 kg (estimo). Esto no me agradó, me gusta mi altura y ahora me sentía un poco pequeña... De repente me di cuenta de que me estaba orinando. Mierda, tendría que levantarme, ir al baño y mirar mi nuevo yo en el espejo. No quería, no me iba a gustar, seguro. Pero no tenía elección, no aguantaba más. Me levanté y vi en la estantería una foto. Era yo (la nueva) en la foto de la orla. Había estudiado Administración y Dirección de Empresas... SHOCK... Era rubia... SHOCK 2... Iba super-pintada... SHOCK 3... Me empecé a marear.... Mientras me apoyaba en la pared y caía lentamente al suelo, mi último pensamiento antes de desmayarme fue, ¿qué mierda de sueño es este?